martes, 18 de julio de 2017

Lianas enredadas, muestra de la dependencia en el Yasuní


Es una relación de amor y odio, dice Robyn J. Burnham, del Departamento de Ecología y Evolución Biológica de la Universidad de Michigan (EE.UU.), sobre las lianas y las reacciones que generan en los humanos. Los niños se cuelgan de ellas simulando el grito de Tarzán, mientras que los exploradores con fines científicos llegan a maldecirlas cuando se hincan con sus espinos en las caminatas por el bosque, indica en el libro Los secretos del Yasuní, publicado recientemente. Se trata de un compendio de las investigaciones científicas de la Estación de Biodiversidad Tiputini –EBT, una porción de selva que tiene en comodato la Universidad San Francisco de Quito en el límite norte del Parque Nacional Yasuní–.

Pero la función ecológica de las lianas va más allá de esa relación ambivalente. "Alrededor de la mitad de especies de lianas pueden dar frutos o semillas que son consumidas por especies de vertebrados", cuenta Burnham.

Las lianas han atraído a un gran número de investigadores en los últimos 20 años, agrega esta especialista, en parte por haber reconocido que representan de manera regular el 25% de la diversidad de especies en los bosques tropicales.

Estudiarlas es un desafío ya que las flores y los frutos de las trepadoras están en la copa de sus árboles hospedadores. "Desde la perspectiva de un humano en el suelo, las lianas presentan solo un manojo de troncos leñosos retorcidos, que se enredan, suben y muy rara vez se ramifican antes de desaparecer entre las hojas de un árbol al que ni siquiera están adheridas", narra Burnham.

La importancia de monitorearlas radica en que estas especies tienen la habilidad de retoñar luego de incendios, tala total o selectiva, agrega. "Dichas especies, además de aquellas que producen grandes cantidades de semillas, serían las que con más probabilidad podrían impedir la regeneración de los bosques luego de ser perturbados", señala Burnham. Así pueden convertirse en el indicador del estado de conservación de un ecosistema.

David Romo, director de la EBT, explica que la luz solar, que es más intensa en los claros tras la caída natural de un árbol o actividades de tala, es un recurso vital para estas y todas las plantas porque determina el cómo y dónde crece la flora.

Los árboles que producen suficiente sombra dan paso a los que "serán más longevos, cuyas semillas solo pueden germinar cuando no hay mucha luz", narra Romo. Así, "las enredaderas o lianas", por ejemplo, "se apoyan en estos árboles para llegar justo por debajo de la copa y así hacer fotosíntesis" –proceso de conversión de la materia inorgánica en orgánica por la energía de la luz–.

Otro ejemplo de esta interconexión, afirma Romo, son las orquídeas, bromelias, anturios, helechos y otros que llegan a crear su propio suelo usando diferentes estrategias. Las hojas de las bromelias retienen varios litros de agua en los que los insectos ponen sus huevos. Esas "larvas servirán de alimento para otros insectos, ranas, lagartijas, etc., y estos a su vez serán presa de otras especies más grandes", asegura Romo.

De ahí que la deforestación destruye toda esta interdependencia, desde las lianas y las bromelias hasta los troncos de los árboles en los que se desarrollan otras especies. Incluso la tala para tareas agrícolas tampoco es recomendable.

Romo afirma que debido a la exuberancia de los bosques tropicales, muchos piensan que es posible desarrollar la agricultura y la ganadería, pero son suelos muy pobres, agrega este especialista, porque los nutrientes son aprovechados por un sinnúmero de organismos.

Así "los árboles están constantemente eliminando hojas y ramas que al caer son fuente de alimento para miles de organismos. Los más grandes, como cucarachas, milpiés, escarabajos y termitas, se encargan de las etapas iniciales de la descomposición. La materia más fina es descompuesta por una comunidad de hongos y bacterias... Una vez liberados estos nutrientes, los árboles, lianas y demás plantas del bosque los absorben rápidamente de tal modo que su pérdida es casi nula", añade Romo. (I)

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